2020 es el año propicio para reformar el sistema electoral municipal, uniformar las reglas municipales y legislativas de reelección para que sean consecutivas y limitadas, y se exija información completa a candidatos. Ojalá esta Asamblea Legislativa siga haciendo reformas audaces.
Congresistas, ¡sigan siendo audaces!
Abril Gordienko López
Activista cívica
Las elecciones municipales revelaron varios retos pendientes. Para empezar, el abstencionismo sigue siendo muy alto. Los patrones de comportamiento electoral tienen causas multifactoriales que sería pretencioso abordar en un artículo de opinión. Por eso me enfocaré solo en algunos ángulos con el fin de que se debatan, se analicen e implementen los correctivos pertinentes.
Una vez más, el TSE organizó y ejecutó los comicios impecablemente. Además, su esfuerzo por lograr una amplia y eficiente distribución territorial de las juntas receptoras de votos facilita la movilización y participación de los votantes; ergo, no es factor justificante del alto abstencionismo.
Esta fue apenas la segunda vez que votamos para elegir a todas las autoridades de base cantonal; las reformas de gran calado toman tiempo en ser asimiladas y consolidarse. El proceso de educación cívica para que comprendamos el peso de los gobiernos locales en nuestra calidad de vida debe ser permanente, no solo durante las campañas electorales. En particular, porque al celebrarse con independencia de las nacionales, no se benefician (en términos de participación) del efecto arrastre de estas.
Debe haber un esfuerzo interinstitucional del MEP, el TSE, el IFAM y otros entes, para formar ciudadanos conscientes del valor de lo local y de los beneficios de involucrarnos en lo que se gesta a ese nivel. Se deben dedicar recursos a la realización de debates de candidatos en las localidades, más allá de los que organizan los medios de comunicación.
Algo que parece obvio, pero no sucede, es la necesidad de que las autoridades municipales hagan esfuerzos efectivos, no clientelistas, por involucrar a sus comunidades en la gestión y en la toma de decisiones. En el mundo hay muchos modelos inspiradores de comunidades cogestoras.
El abstencionismo puede explicarse también por la poca información con que contamos los votantes sobre la oferta electoral. El TSE, el PEN y los medios de comunicación se esfuerzan por recopilar información y visibilizar las candidaturas y sus propuestas. Pero no hay un mandato legal que obligue a los partidos y a los candidatos a suministrar y publicar información tan relevante como su hoja de vida y sus planes de gobierno. El mismo vacío legal existe a nivel de elecciones presidenciales y legislativas. Inaudito pero cierto. Por eso con frecuencia salen gallos tapados cuyas credenciales no les permitirían siquiera conseguir trabajo. Los partidos postulan candidaturas sin el mínimo filtro de si están al día con sus obligaciones tributarias y ante la CCSS, sus antecedentes y aptitudes, lo que genera un predominio de noticias negativas durante la campaña, erosiona la confianza ciudadana y alimenta el abstencionismo.
Otra tendencia que se mantiene desde 2002 que no debe pasar inadvertida, es que la participación electoral en los comicios municipales es mayor en los cantones rurales y costeros, que en los urbanos y en los densamente poblados. Lo contrario sucede en las elecciones presidenciales y legislativas, en que la afluencia de votos es mayor en el Área Metropolitana y en las cabeceras de provincia.
El Estado de la Nación y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UCR, entre otros, han concluido que la mayor participación electoral en zonas rurales se puede explicar porque en ellas el contacto de la gente con los entes locales, los líderes municipales y sus decisiones políticas, es mucho más estrecho y visible que con las instituciones y decisiones del Gobierno nacional, cuya presencia y acción fuera del Valle Central es menor y a menudo inconsistente. Este comportamiento encierra un mensaje que debemos atender.
Lo anterior va de la mano con el vertiginoso incremento de partidos cantonales que creo que ocurre, en parte, como respuesta a la creciente demanda de los votantes de tener cercanía y “accountability” de los representantes políticos. Queda por ver cuán fragmentados o unidos estarán conformados los concejos municipales, lo cual es fundamental para la buena gobernanza; la búsqueda de acercamiento no debe ir en detrimento de la eficacia, por lo que es pertinente revisar si los umbrales mínimos para la creación de partidos están facilitando una multiplicación partidaria contraproducente.
En las elecciones legislativas también hace falta fortalecer el vínculo entre el pueblo y los representantes. Intuyo que el sistema ha canalizado esa necesidad mediante la proliferación de partidos temáticos y de nicho que captan demandas y preocupaciones concretas de ciertos grupos de la sociedad. Lo cierto es que la fragmentación política temática no está aportando soluciones a problemas transversales a toda la sociedad y los de naturaleza territorial, como puede ser la desigualdad en los índices de desarrollo social y humano entre unas regiones y otras. Insisto en la tesis ya expresada en otros artículos, de que es ineludible dar una solución integral al debilitamiento y a la inequidad geográfica de la representación política, que incluye reformar el sistema de elección de diputados, aparejado de un reordenamiento político-territorial nacional.
Otro gran lunar de nuestro sistema electoral municipal y legislativo es la reelección. En el primer caso, porque es indefinida y en el segundo, precisamente por lo contrario. A nivel cantonal estamos fomentando cacicazgos, clientelismo y opacidad, y obstaculizamos la renovación de visiones y de liderazgos. Además, la reelección consecutiva indefinida dificulta la elección de mujeres, ya de por sí desincentivada a lo interno de los partidos; desde que se implementó la elección municipal separada de la nacional, la mayoría de los alcaldes son hombres, con el agravante de que el titular que busca reelegirse tiene siempre ventaja sobre sus oponentes (los datos son apabullantes: 50 de 64 lograron reelegirse, muchos con diferencias de votos ínfimas). La reelección consecutiva es deseable si es limitada. Se aprovecha el conocimiento y la experiencia sin obstaculizar la renovación y la saludable alternabilidad en el poder.
En el caso de las elecciones legislativas, la falta de reelección consecutiva (que también debe ser limitada) va en detrimento de la calidad de la legislación y de la representación política. Esto, claro está, también tiene incidencia en la dinámica entre el Congreso y las municipalidades y en la movilización de figuras de uno a otro lado no siempre en el mejor interés de la ciudadanía ni de las políticas de largo plazo que el país necesita.
El 2020 es el momento más propicio para reformar el sistema electoral municipal. Entre otras muchas cosas, sugiero uniformar las reglas de reelección municipal y legislativa, y exigir información completa y oportuna sobre candidatos y programas. Contamos con abundancia de estudios y de opiniones expertas que pueden dar luz para que, en vez de parches, hagamos una reforma integral. Esta Asamblea Legislativa ha demostrado una audacia extraordinaria para acometer soluciones largamente postergadas; confiamos en que seguirá haciéndolo.
Artículo publicado en Página Quince de La Nación, el 10/02/2020.
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