23 de setiembre de 2014
Abril Gordienko L.
Abogada y cofundadora de Poder Ciudadano ¡Ya!
En el s. XXI los aires independentistas se esparcen por el mundo como virus. La convivencia de rasgos individualistas y comunitarios se acentúa dentro de muchos de nosotros, pero también en muchos se ha exacerbado una visión dicotómica, que los obliga a escoger si se es o no se es, si se pertenece a una parte pero no al todo. La globalización ha tenido el doble efecto de avivar una cultura cosmopolita y a la vez acentuar múltiples culturas identitarias. Una forma muy resumida de describir lo que mi estimado amigo Jaime Ordóñez llama tendencias centrífuga y centrípeta en su brillante ensayo “Neotribalismo y globalización”.
Mientras el mundo se reinventa constantemente formando y reformando bloques con diversos intereses comunes, también se fracturan países que en su mayoría fueron inventados caprichosamente por los poderosos de turno, como en Europa del Este, por imposición de potencias coloniales, como en África, o por intereses económicos, como en Oriente Medio, o por una combinación de todos esos factores. Los particularismos nacionalistas, étnicos y religiosos se han venido despertando; en algunos casos por la natural necesidad humana de reforzar las raíces y en otros, como reacción a las consecuencias desastrosas de que se haya forzado a vivir juntas a etnias, comunidades religiosas y naciones tan disímiles, que no han logrado hermanarse a pesar de la larga convivencia.
El referendo en Escocia reveló que en los 307 años de pertenecer al Reino Unido, los escoceses acumularon muchas demandas sistemáticamente desoídas por los gobiernos británicos, hasta que se vieron contra la cuerdas y cedieron. Esto confirma que la amenaza de que un evento suceda o de que una sanción se aplique, es a menudo mucho más efectiva que el que la sanción o el hecho lleguen realmente a darse. Así, a pesar de haber perdido la consulta, los separatistas se apuntaron una victoria a la larga más ventajosa que el triunfo mismo, pues obtuvieron las concesiones de autonomía deseadas, sin perder las ventajas de ser parte de ese bloque aún significativo en el ajedrez mundial, que es el Reino Unido. Claro está, la división de la sociedad escocesa post referendo será difícil de sanar, pero posiblemente lo sería aún más si hubiera ganado el Sí. Y el gobierno británico evitó, al menos por unos años, la amputación de Escocia. Es decir, en términos generales, el resultado parece haber sido razonablemente positivo para todas las partes.
En cuanto al posible efecto dominó del referendo sobre otras comunidades europeas autonomistas como Cataluña o la Liga Norte de Italia, quizás perderá un poco de fuerza, pero no las ha hecho retroceder. Cataluña está decidida a celebrar el referendo el 9 de noviembre y conmina al Gobierno español a seguir el ejemplo británico de permitir el debate sobre las ventajas y desventajas de cada opción y de resolver democráticamente el diferendo. Cabe preguntarse si es siempre válido aplicar a un país lo que funciona en otro, independientemente de la historia de cada uno y de la coyuntura en que se pretende hacerlo. Pero sobre todo, hay que preguntarse si más allá de lo identitario y lo emocional, lo que ayudará a cada uno de los pueblos con intenciones autonomistas es la separación o la alianza, el esfuerzo binario o el unitario.
Mientras escribo estas líneas, el Papa Francisco está de visita en Albania, una pequeña y jovencísima democracia parlamentaria cuya historia desde antes de la era cristiana, está cuajada de guerras y expoliaciones por todo tipo de ejércitos y de intereses. Francisco escogió ese destino “Primero porque lograron formar un gobierno -y pensemos en los Balcanes- un gobierno de unidad nacional entre islámicos, ortodoxos y católicos, con un consejo interreligioso que ayuda tanto y está tan bien equilibrado. Y esto va bien y es armónico”. Con su visita, dice el Papa, quiere decirles a todos los pueblos: “Se puede trabajar juntos”.
Dichosamente, en Costa Rica no hay diferencias tan profundas ni tan traumáticas. Aún así, a los cuatro gatos que somos nos cuesta muchísimo ponernos de acuerdo. Y esa incapacidad nos tiene postrados, con el agravante de que la postración no es pareja en todas las provincias. Guanacaste, Limón y Puntarenas tienen los mayores índices de pobreza, desempleo, violencia, tráfico de todo tipo, embarazo adolescente, deserción estudiantil y graves carencias en infraestructura básica y en provisión de servicios tan esenciales como el agua potable. Este rezago con respecto a las demás provincias, y en especial a las zonas más cercanas al Valle Central, hace absolutamente legítimo el malestar y el reclamo de sus pobladores y dirigentes. Sin embargo, es impensable que la solución esté en separarse del resto del país; ello sólo las empobrecería más. Lo que requieren es que el Estado costarricense deje de actuar como un padre con hijos favoritos, y atienda las necesidades de todas sus provincias con igual celo y eficacia.
Una de las formas más efectivas de lograr esa necesaria atención por parte del Estado, sería crear distritos electorales distribuidos razonablemente por todo el país, que permita a esas comunidades hoy invisibilizadas, tener un representante directo en la Asamblea Legislativa, que sería su mayor agente de cambio y de progreso. Si adoptáramos un sistema mixto proporcional de elección, esos diputados con un mandato representativo, estarían sentados en el Congreso junto a igual cantidad de diputados nacionales, que balancearían y complementarían la visión comunal-regional y, con los aportes de unos y otros, se podría poner al país, como un todo, en la vía rápida del desarrollo. ¿Podremos ponernos de acuerdo en eso? Esta propuesta es mi aporte para iniciar el diálogo, ¿quiénes quieren participar?
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